domingo, 7 de diciembre de 2008

Tenía un disfraz de frase bonita.


Le dije que me gustaba, y quedé insatisfecha.

La verdad era que a veces no me gustaba nada,

pero no podía vivir sin ella.

Le dije que la quería,

pero también quiero a mi perro.

Después le dije que la amaba,

pero mi incomodidad fué mayor aún:

no tenía un cúmulo de buenos sentimientos,

a veces mis sentimientos eran muy malos,

quería secuestrarla, matarla de amor,

reducirla a la esclavitud, dominarla.

A veces, sólo quería su placer.

La complicidad que reclamé,

era imposible: ¿qué complicidad se puede establecer

con alguien cuya sonrisa nos lleva al paraíso

y cuya indiferencia nos conduce al infierno? (William Blake)

Decidí prescindir del lenguaje,

entonces me acusó de no querer comunicarme.

Desde hace unos años sólo existe el silencio.

Encuentro en él una rara ecuanimidad:

la de los placeres solitarios.


Cristina Peri Rossi

jueves, 4 de diciembre de 2008

La locura es un sombrero

No consigo explicarme por qué me siento gato, tal vez porque nunca están seguros cuando los tocas y, de hecho, me interesan bastante los gatos, quizás en la medida en que yo también soy desconfiado; y los beso muy a menudo a todos en cuanto los veo los beso, inicialmente con prudencia y después con pasión, y lo más curioso es que se dejan besar por mí, todos se dejan besar, posiblemente porque creen que soy uno de ellos , no lo sé, es algo en lo que he reflexionado mucho, y la verdad es que me parece extraño que se dejen besar así, sin más;de ahí que esté prácticamente seguro de que soy un gato, un gato triste y solitario, tremendamente solitario, porque la mayor parte de los gatos llevan escrita la soledad en esos ojos crípticos que tienen, que parecen de goma fosforescente, cacimbada.

Fran Alonso. Males de cabeza