que estamos en el centro
de la fiesta
sin embargo
en el centro de la fiesta
no hay nadie
En el centro de la fiesta
está el vacío
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta.
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.
Julio Cortázar. Rayuela. Capitulo 7
HASTA MAÑANA
Voy a cerrar los ojos en voz baja voy a meterme a tientas en el sueño. En este instante el odio no trabaja para la muerte, que es su pobre dueño la voluntad suspende su latido y yo me siento lejos, tan pequeño que a Dios invoco, pero no le pido nada, con tal de compartir apenas este universo que hemos conseguido por las malas y a veces por las buenas. ¿Por qué el mundo soñado no es el mismo que este mundo de muerte a manos llenas? Mi pesadilla es siempre el optimismo: me duermo débil, sueño que soy fuerte, pero el futuro aguarda. Es un abismo. No me lo digan cuando me despierte.
M.Benedetti.
Se perdonaron mutuamente. Y cuando no quedaron rencores ella pensó en explicarle lo que significaba el invierno. Quería contárselo pero sabía que él no entendería, es imposible obligar a leer a quien ve pero no quiere mirar. La verdad es que no importaba nada. Que mas daría que no conociese la apatía, que ella siguiese sentada escuchando como el tiempo se detenía mientras los demás hablaban de televisión, de camisetas cortadas y platos sucios como si realmente tuviésemos una vida a la que acudir. Él no tenía la culpa de su indiferencia al respecto de la muerte (Por qué esperarla en un bar, por qué esperarla en una casa, por qué esperarla. Porqué llegaba), de su falta de respeto ante sus reuniones, de su falta de energía para fingir sociedades. Todavía a veces quería explicárselo pero algo los hacía irremediablemente lejos y como el tiempo, ya no importaba. Cómo explicarle que vivir intensamente es malo, horriblemente malo, que si dos personas se ven de verdad no queda realidad que beberse y ni siquiera los recuerdos parecen haber sido vividos. Quizá no le quería o quizá nunca, pero seguían las ganas de morderle y luego la ausencia como algo palpable. Al final sólo le dijo que se merecían más, por eso ahora no tenía nada. Habían sido cura de vacío mutua, justificación exacta. Buscaban en otras partes. Y no importaba, aunque había sido tan bella la primavera.
En alguna parte había muerto un presidente.
Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto,
ah, pero mi tristeza sólo tuvo un sentido,
todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron.
Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo,
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad,
pero vos encontraste la manera,
una manera tierna
y a la vez implacable,
de deshauciar mi amor.
Con un sólo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible,
lo envolviste en nostalgias,
lo cargaste por cuadras y cuadras,
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera,
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte que no es mucha.
Creo que tenés razón,
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo.
Hace mucho, muchísimo,
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno.
Ahora estoy solo,
francamente solo,
siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado.
Antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno,
con los ojos bien secos
por si acaso,
miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.
Benedetti.
La culpa es de uno.