La verdad era que a veces no me gustaba nada,
pero no podía vivir sin ella.
Le dije que la quería,
pero también quiero a mi perro.
Después le dije que la amaba,
pero mi incomodidad fue mayor aún:
no tenía un cúmulo de buenos sentimientos,
a veces mi sentimientos eran muy malos,
quería secuestrarla, matarla de amor,
reducirla a la esclavitud, dominarla.
A veces sólo quería su placer.
(...)
Peri Rossi